VIA... Part 2

La teniente, Flavia Cabras, cerrò la puerta de la casa con las dos manos. Apollò su espalda contra la puerta al tiempo que miraba hacia el salòn. Marco la mirò con un gesto extraño. De pronto y antes de que pudieran decir nada, un Rinnnnnnnnnnnnnng explotò en su oreja. El sobresalto la propulsò varios metros adelante;

- Madonnnnnnnnna!!! – gritò.

El ring insistiò hasta que la mujer reaccionò y levantò el auricular del telefonillo. Pronunciò dos okeys y apretò uno tras otro los tres botones sobre el aparato. Abriò la puerta de par en par y anunciò hacia el interior:

- ¡Ya estàn aquí!

Un minuto después, dos hombres vestidos con mono blanco, entraban en el piso empujando una camilla que colocaron a un lado del sofà. Pertenecìan a la oficina del
forense y venìan a retirar el cuerpo sin vida de la màs joven inquilina del inmueble.

- Por aquí-, indicò la teniente, al tiempo que empujaba sin mirar la puerta que daba al dormitorio, - es al fondo a la izquierda. Tengan cuidado con los restos de vidrio. Los hay por todas partes.

El agente Marco Manfridani se quitò el guante izquierdo, luego el derecho y haciendolos una bola, los lanzò sobre un maletìn negro de cuero que habia sobre el sofà.

- Yo he terminado aquí Flavia. Me voy al laboratorio a entregar esto. Nos vemos en el despacho para redactar el informe.

Ella lo mirò satisfecha arqueando un poco la ceja izquierda. Marco cerrò su maletin y se dirigiò hacia al pasillo. Ya estaba cerca de la puerta cuando se parò en seco. Se girò y volviò sobre sus pasos. Se acercò a ella e intentò decir algo pero Flavia lo silenciò poniendole dos dedos sobre la boca.

- Te aseguro que estoy bien. Solo estoy algo cansada. Si Pippo estuviera aquí, estaria orgulloso de ver como cuidas de mi. Sin tì, hoy yo no estarìa aquí, ni ella tampoco- dijo cojiendole la mano y posàndola sobre su enorme vientre, - Filippa saluda al zio Marco, dale una patadita anda…-

Se abrazaron y se quedaron asi algunos segundos, hasta que ella le despegò con una palmadita en el culo. Ambos sonrieron. Marco desapareciò pasillo adelante y ella corriò hacia la cocina. Esta vez una bocanada rebosò de entre sus dedos justo cuando se doblaba sobre el fregadero. Durante unos segundos permaneciò asì, inclinada, los codos doblados sobre el borde hasta que un sollozo timido y nervioso llenò sus estràvicos ojos de làgrimas. Recordò como cuatro meses antes, una mañana cualquiera, al despertar con un extraño amargor de boca y con la misma hinchazòn de ojos de siempre sonaron los insistentes y dolorosos chillidos del teléfono sobre la mesita de noche. Rabiosa, porque aquel sonido le robaba protagonismo a su caro despertador digital, porque interrumpia un delicioso sueño de gente sana y guapa… Se acordò de cuando al descolgar el aparato, aun dormida, escuchò dos, a lo sumo tres frases cortas y claras, tan claras como tristes. Sintiò un aturdimiento inexplicable. Un hedor bilial emergiò desde su estòmago y pensò que era el fin, que cuando colgara, el mensaje recibido, ya procesado en su mente, se autrodestruiria en un extallido de infinitas microparticulas que se exparcirian por llevando el sello de su piel, su cerebro y su espìritu aùn adormilado. Pero no fue asi. Erguida e inmutable, habia permaneciso largo rato, saboreando su desgracia, hasta que un largo acopio de fuerzas la autorizò a escupir la primera maldiciòn. Maldijo su suerte, la de su marido, Pippo, la de aquel que acavaba de asesinar a su marido. A penas un quejido se habia escapado de su garganta. Comprobò la inutilidad de sus miembros, la desagradable gravedad de su cuerpo, y por fin, su incapacidad para el llanto, el mas desgarrador que hubiera podido llorar jamàs. Porque no se trataba de una riña, tras la cual hubieran pasado un dia entero sin querer hablarse


- Mi manchi tanto amore, tanto…-, susurrò.

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