UNA EXPERIENCIA TUNA


Sabes que has pasado demasiado tiempo fuera de tu país cuando oyes a otro expat’, en este caso gallego, decir – “Hoy he acompañado a unos clientes muy simpáticos. Era una familia de TUNOS…”-
Tunos: dícese, según él, de la gente originaria de Túnez…
Y bien, unos días después de esta revelación, yo me embarcaba para la cálida ciudad de Monastir, en el noroeste tunecino, y de ahí en bus a Hammamet.
No soy de las que hacen las maletas tres días antes, ni tan siquiera el día de antes, soy, descaradamente, la novia del riesgo. El domingo volaba, así que, el domingo mismo, me levanté sin prisa, preparé un café y me puse manos a la obra. En total me llevó un par de horas que todo estuviera empaquetado poniendo en práctica la regla de oro del buen viajero:
- Poner todo lo que te quiere llevar sobre la cama e irse a distraerse unos minutos por la casa.
- Volver en un rato y retirar un tercio de lo seleccionado. Marcharse de nuevo
- En una tercera ronda, eliminar otro tercio, puede que la mitad y ya tienes la maleta perfecta.
Pero claro, siempre falla algo, y la perfección no es tampoco santo de mi devoción, así que una vez en destino deshaciendo la maleta, tuve que lamentar haber eliminado las botas de trekking. Pero como sí soy muy pragmática, me alegré mucho cuando al final resultó que no las necesité; Dicho sea de paso, ese artículo siempre me crea calentamientos de cabeza.
Mi hotel estaba bastante bien, aunque se notaba el paso del tiempo y la falta de renovación. De todas formas no pensaba pasar mucho tiempo en él. Me levanté el primer día dispuesta a organizarme una semana de actividades y visitas, pero antes de que me diera cuenta, justo al llegar al lobby para coger algunos folletos de excursiones, una chica en uniforme y zuecos blancos de enfermera me llevó al huerto. No pretendo ser graciosa, es la pura realidad, atravesando los frondosos jardines de palmeras y otras plantas exòticas se llegaba a la piscina cubierta y junto a esta, el spa del hotel. Lo llamaban Spa; la impresión era más bien la de un antiguo balneario-sanatorio, baldosines blancos incluidos, combinación de colores absolutamente NO ZEN.
Una vez allí, la chica, me vendió el moro, más barato que el oro. Oro, era el precio que proponía el tipo de la agencia justo al otro lado del lobby cuando ella me atrapò. Acepté encantada, un tratamiento de tres sesiones, con exfoliación al jabón negro en hammam, masaje completo y chorros de presión a combinar con bañera de hidro. Qué maravilla!! Ese era el segundo objetivo del viaje, después de ‘descansar’ que me había propuesto y de golpe ya estaba resuelto y organizado…qué feliz era. Y por si no fuese poco, empezaba ese mismo día -Perfección, ¿porqué me buscas así?- pensaba yo.
Me presenté a las 4 pm, como convenido y pregunté por la chica de la mañana, que resultó ser la jefa, cosa que no era de extrañar viendo la prueba irrefutable de su don para los negocios. Ella no estaba ya, pero otra chica muy simpática me acompañó y explicò todo.
El albornoz estaba limpio; no tanto las butacas del ‘chill out’ de reposo fuera del hammam. Llego mi turno y entré. Me agobié rápido, no soporté el exceso de vapor de la segunda sala, me quedé en la primera, preparándome junto a la camilla pues era la siguiente para la exfoliación; el cliente se marchó y yo monté a la camilla, hasta que me di cuenta de que la chica, que vestía un simple bikini y estaba envuelta en un pareo, se ponía a cantar, al tiempo que se quitaba el top. Asì, en topless, se untaba jabón negro entre tralaraaaaaaas y lasssss… Me salió una carcajada que resonó hasta la segunda sala cuyo eco retornó en forma de cuchicheos y risitas.
Era una escena tan divertida. Ya tenía la experiencia de los masajes en Tailandia o en Egipto, donde por poco dinero te daban masajes más o menos buenos. Pero esto era diferente. La masajista se despelotaba y frotaba canturreando como si estuviera entre coleguitas. Cierto es que el único hombre había salido, pero nada aseguraba que no pudiera llegar otro en cualquier momento. Pensé en lo ridículas y estrictas que resultan en nuestro continente ciertas actitudes y reglas en el trabajo, porque lejos de estar escandalizada, yo la entendía. Cualquiera se atreverìa a hacer eso en un spa en Francia, o en España jajaja, no way!! Despido directo.
Cuando terminó con su exfo', se lio con la mia, y no me privó del recital de canciones árabes. La piel me quedó muy suave y el masaje y los aceites de después la volvieron sublime.
A los dos días volví, dispuesta a escuchar mi recital, pero la chica había cambiado LOL! No puedo decir que la hubieran despedido, digamos que estaba off. La visita al hammam no fue ya lo mismo. Sin embargo, en esta segunda visita la palma se la llevó la masajista. Era adorable, pero la señora de unos cincuenta años no había asistido a un curso de masajes en toda su vida. Lo cierto es que ni tan siquiera podría utilizar mi adorada expresión de ‘Esta ha seguido un cursillo por Youtube’ porque la buena señora no creo que manejara o tuviese ordenador. Dios, qué risa me dio. Seguro que la tenían para rellenar huecos, la que hizo la exfo' seria la masajista y esta vino a sustituir a la otra, yoooo queeee séééé, pero era muy fuerte. Esa noche dormí muy bien, creo que gracias a las dos horas de piscina, no a la amable señora.
Y llegué a mi tercera y última sesión. No había hammam, sino piscina de hidromasaje y chorros. Tras la descarga del agua a presión, estaba deseando el masaje y recé para que no fuera la buena mujer del día anterior. Bingo! ésta era mejor, y cuando digo mejor, atención, digo que en realidad ésta, sí debía tener ordenador y sí debía haber seguido puntualmente su formación ‘Masajista en un día’ online con el wonderful Youtube. Era desesperante, el tiempo dedicado a mi cuerpo sin que éste viera realmente la diferencia, por no hablar del dinero, que para eso lo habría gastado en mojitos en el bar, o en babuchas en el zoco jajaja!!
Pero decidida a dejarlo estar, a relajarme sin más queja ni dilación, pregunté a la chica si podìan poner algo de música, ‘ya sabe Vd, tipo Zen…’ relajación -añadí, viendo la cara perpleja de la otra- Ok, d’accord-, me respondió.
Salió un instante, habló con la chica de la recepción (una mesa como las de camping) y continuó con mi espalda. Suspiré y cerré los ojos. Un segundo después, volvía a estallar en carcajadas al oír una melodía familiar, de aire ochentero, que llegaba por el hilo musical (el pasillo vamos) y que me quedaba por oír hasta ese día. Era el ‘Vous les femmes’ de Julio Iglesias (Pobre diablo en español)
El resto del viaje…pufff, más bien aburrido jajaja

* Escucha aqui la canciòn y practica aqui el karaoke (LOL)

A mi adorada Ana Torregrosa V, capitana de mi escuadròn de boyetes