Salí corriendo a la puerta
de la calle. El 1 daba ya la
vuelta en el Cerro para subir la calle y pararse en la puerta de “la María la
Culona” donde el bus tenía término. Tenía solo seis años y mi madre se estaba
muriendo por primera vez. De esa vez no recuerdo casi nada. Siempre he creído
que mi falta de memoria acudió a mi con los años; hoy sé, que jamás la tuve
buena, Esta revelación, no me consuela, pero tampoco me avergüenza.
En aquella primera vez, era
joven y guapa. Pero también estaba desesperada; Así, su imprudencia por
plantarse en ser solo madre de seis hijos, casi le costó la vida. Durante
cuarenta días y cuarenta noches, luchó por nosotr@s.
No era nada nuevo, ya había hecho
de las suyas antes. Entre 1960, nacimiento de Ana, y 1964, nacimiento de Herminia,
desafió a su naturaleza femenina. No podían permitirse un tercer hijo, así que
abortar, era la única solución en aquella España franquista; Para ello, todo
estaba permitido y la jugada le Salió bien.
Entre 1964 y 1967, de nuevo jugó
con fuego. Aspirinas a go-go, mantas calientes sobre el vientre y dios sabe qué
otras barbaridades pudo hacer para no tener un cuarto hijo enseguida. Y cuando quedó
embarazada de mi, quién sabe por qué, decidió que yo debía nacer. Enorme
responsabilidad la de estar aquí y hacer que se sienta orgullosa de mi, allá
donde esté. Aunque los ineficaces medios contraceptivos de la época, hicieron
que tan solo quince meses después, de nuevo se viera gorda.
Cuando Paca llegó, fue un
acierto, y un escándalo también. Más de cinco kilos de bebé que fue la noticia
del mes en la planta de maternidad del Hospital de Los Marqueses de Linares.
Exhibida posando durante horas, solo era
el presagio de lo que algún día conseguiría; ser admirada frente al público como
gran artista que es. Solo falló algo, su nombre; debió llamarse Paca, por
imperativo patriarcal. Sería la última, y no cabía en cabeza una familia sin
hijo llevando el nombre del padre, Paco. Eso hizo que, cuando Jesús nació un
año y un mes después, la alegría de mi padre por la llegada de un varón, dejara
un amargo sabor de boca al tener que buscar un nombre al azar. Y qué bonito
nombre, el mejor que podían haber elegido. Jesús el bueno, generoso y humilde
donde los haya.
Una familia, lo suficientemente
grande y unida, como para pensarse el dejarla como estaba. Pero el día que mi
madre supo que estaba de nuevo preñada, enloqueció de desesperación. Y lo que
hiciera, se fue con ella a la tumba en mayo de 2006.
Paradójicamente, las maniobras
utilizadas esta vez, no la llevarían a aquel estado moribundo, si no la
negligencia de un cuerpo médico, inepto y mojigato, que más preocupado por el
hecho del aborto, que presumían deseado, que por vigilar el estado de su
paciente, hizo que una administración de medicamentos nocivos para ella,
alérgica a penicilinas y sulfamidas, casi la mataran.
Mientras se debatía entre la
vida y la muerte, en aquel mismo hospital en el que algunos de los hermanos
nacimos, las monjitas la interrogaban sin descanso y sin pudor; -qué has hecho María?-
cuéntanoslo, no pasará nada, te quedarás en paz-
Las amenazas de mi padre,
que entre lágrimas pedía responsabilidades, y sobre todo, la fortaleza de mi
madre, consiguieron que venciera a un destino de seis huérfanos y un viudo más
sobre la tierra.
Y curiosamente, de tan grave
suceso familiar, las únicas cosas que recuerdo con toda claridad son, el pantalón
blanco nuevo que vestía camino del hospital cuando me llevaron a verla, y la
cara sonrosada y divina de mi bellísima madre, cuando entré en el comedor aquel
bendito día que volvió del hospital.
Si tan solo ella supiera, cuánto
la hecho de menos…
Inner beauty lol@mento |
* Autobùs de linea que llevaba desde el centro de Linares hasta el limite del Barrio de San José con el de la Zarzuela.