VIA... part 3

El ching-cling metàlico de la camilla al desplegarse las patas la sacò de su lamento y con suma rapidez acercò el rollo de papel de cocina y se limpiò la cara. Luego limpiò el fregadero. Saliò para encontrarse con los hombres de blanco que ya empujaban la camilla hacia el pasillo. Sobre ella, habia un gran saco negro de plàstico, opaco y del que colgaba una etiqueta verde. Uno de ellos le alargò un portafolios de metal y un bolìgrafo. Flavia firmò y les acompaño hasta la puerta. Ya en el rellano los hombres plegaron las patas y se acercaron al primer peldaño de las escaleras. En ese momento, sintieron un golpe seco por encima de sus cabezas. Desde el tercero. El bastòn de la anciana Albertina rodaba escareras abajo con un estruendo de clong-clong-clunnnnnnnng hasta estamparse contra la puerta del segundo A. Flavia levantò la vista. Un, medio grito,medio gemido, se escapò de su boca. La abuela se encontraba plantada, pañuelo en mano, junto a aquel enorme perro, mirandola, livida… Se volviò hacia el apartamento y cerro la puerta. Se quedò pegada detrás de ella, escuchando. Uno de los hombres recogiò el bastòn y consolò a la vieja señora. Ensegida, la camilla claqueteò sus patas y las voces se perdieron escalera abajo. La teniente se retirò despacio y caminò hacia el interior del apartamento. Al llegar al salòn se parò en seco. Se aproximò a la puerta del dormitorio. Justo entrando, a la derecha, habia un espejo mural en forma de estrella. Se mirò durante unos segundos, de perfil, luego de frente. Se abriò la chaqueta y se levantò el suéter dejando el vientre descubierto. Lo masajeò con las dos manos. Tras unos segundos se cubriò y echò un vistazo al interior. Avanzò lentamente y se sentò en el borde izquierdo de la cama. Frente a ella habia un armario empotrado de puertas corredizas y a su izquierda la ùnica mesita de noche en el dormitorio. Ningùn otro mueble u ornamento. La tìpica làmpara de papel Ikea sobre la mesita y una bolsa granate de cartòn debajo de ella. Sin poder evitarlo, y usando un trozo de la colcha a modo de guante, alargò el brazo y acercò el bulto tirando del cordòn negro que hacìa de asa. Cuando el contenido del mismo se hizo visible, Flavia diò un respingo sobre la cama, al tiempo que soltaba la colcha y gritaba:

- ¡Pero qué demonios … ! - se echò la mano a la boca antes de terminar la frase;

Al cabo de unos segundo se adelantò todo lo que el vientre le dejaba; Mirò hacia el interior, luego a la derecha, en direcciòn al cuarto de baño y de nuevo al bolso. Sus ojos brillaban, encendidos. Metiò la mano despacio y rebuscò por el fondo. Sacò uno de los fajos de blletes morados que abarrotaban la bolsa. Lo manuseò y se lo acercò a la nariz. Entonces se reacomodò y levantò las piernas extendiéndolas sobre la cama. Se reclinò sobre el cabecero con el fajo en una mano y la otra en el vientre. Cerrò los ojos y practicò algunas respiraciones…

- ¡Flavia, Flaviaaaaaaa!, - El agente Manfridani la arragò del brazo y la sacudiò suavemente. ¡Despierta por favor!!... Voy a llamar a una ambulancia… -dijo sacando el mòvil del bolsillo
- ¿Qué pasaaa?,- balbuceò- ¿Marco?... Espera… - lanzò un par de miradas a su alrededor-,
- Me has dado un susto de muerte Flavia,- decia con las manos sobre la frente-, Te esperè varias horas en la central y viendo que no llegabas me preocupé. El informe està terminado y yo…
- Tranquilo hombre, no pasa nada. Estoy bien, ya lo ves. Me quedé dormida. Lo siento mucho. Ven, siéntate un momento conmigo anda.

Marco se acercò y se sentò a su lado; Le cojiò la mano y con una mirada le señalò la bolsa.
- ¿Asì que lo has encontrado?- dijo con cierto tono de burla. Parece que nuestra clienta de hoy
tuvo un golpe de suerte, aunque, de nada parecìa servirle todo ese dinero viendo lo que ha hecho. Sus famliares estàn de camino. Triste riiqueza la que les cae encima.

La teniente lo mirò interrogante. Arqueò la ceja izquierda. Entonces, el agente Manfridani se inclinò hacia la mesita de noche y le entregò una carpeta azul donde sobre una pegatina blanca
rezaba un nombre: “NUVOLONI”

VIA... Part 2

La teniente, Flavia Cabras, cerrò la puerta de la casa con las dos manos. Apollò su espalda contra la puerta al tiempo que miraba hacia el salòn. Marco la mirò con un gesto extraño. De pronto y antes de que pudieran decir nada, un Rinnnnnnnnnnnnnng explotò en su oreja. El sobresalto la propulsò varios metros adelante;

- Madonnnnnnnnna!!! – gritò.

El ring insistiò hasta que la mujer reaccionò y levantò el auricular del telefonillo. Pronunciò dos okeys y apretò uno tras otro los tres botones sobre el aparato. Abriò la puerta de par en par y anunciò hacia el interior:

- ¡Ya estàn aquí!

Un minuto después, dos hombres vestidos con mono blanco, entraban en el piso empujando una camilla que colocaron a un lado del sofà. Pertenecìan a la oficina del
forense y venìan a retirar el cuerpo sin vida de la màs joven inquilina del inmueble.

- Por aquí-, indicò la teniente, al tiempo que empujaba sin mirar la puerta que daba al dormitorio, - es al fondo a la izquierda. Tengan cuidado con los restos de vidrio. Los hay por todas partes.

El agente Marco Manfridani se quitò el guante izquierdo, luego el derecho y haciendolos una bola, los lanzò sobre un maletìn negro de cuero que habia sobre el sofà.

- Yo he terminado aquí Flavia. Me voy al laboratorio a entregar esto. Nos vemos en el despacho para redactar el informe.

Ella lo mirò satisfecha arqueando un poco la ceja izquierda. Marco cerrò su maletin y se dirigiò hacia al pasillo. Ya estaba cerca de la puerta cuando se parò en seco. Se girò y volviò sobre sus pasos. Se acercò a ella e intentò decir algo pero Flavia lo silenciò poniendole dos dedos sobre la boca.

- Te aseguro que estoy bien. Solo estoy algo cansada. Si Pippo estuviera aquí, estaria orgulloso de ver como cuidas de mi. Sin tì, hoy yo no estarìa aquí, ni ella tampoco- dijo cojiendole la mano y posàndola sobre su enorme vientre, - Filippa saluda al zio Marco, dale una patadita anda…-

Se abrazaron y se quedaron asi algunos segundos, hasta que ella le despegò con una palmadita en el culo. Ambos sonrieron. Marco desapareciò pasillo adelante y ella corriò hacia la cocina. Esta vez una bocanada rebosò de entre sus dedos justo cuando se doblaba sobre el fregadero. Durante unos segundos permaneciò asì, inclinada, los codos doblados sobre el borde hasta que un sollozo timido y nervioso llenò sus estràvicos ojos de làgrimas. Recordò como cuatro meses antes, una mañana cualquiera, al despertar con un extraño amargor de boca y con la misma hinchazòn de ojos de siempre sonaron los insistentes y dolorosos chillidos del teléfono sobre la mesita de noche. Rabiosa, porque aquel sonido le robaba protagonismo a su caro despertador digital, porque interrumpia un delicioso sueño de gente sana y guapa… Se acordò de cuando al descolgar el aparato, aun dormida, escuchò dos, a lo sumo tres frases cortas y claras, tan claras como tristes. Sintiò un aturdimiento inexplicable. Un hedor bilial emergiò desde su estòmago y pensò que era el fin, que cuando colgara, el mensaje recibido, ya procesado en su mente, se autrodestruiria en un extallido de infinitas microparticulas que se exparcirian por llevando el sello de su piel, su cerebro y su espìritu aùn adormilado. Pero no fue asi. Erguida e inmutable, habia permaneciso largo rato, saboreando su desgracia, hasta que un largo acopio de fuerzas la autorizò a escupir la primera maldiciòn. Maldijo su suerte, la de su marido, Pippo, la de aquel que acavaba de asesinar a su marido. A penas un quejido se habia escapado de su garganta. Comprobò la inutilidad de sus miembros, la desagradable gravedad de su cuerpo, y por fin, su incapacidad para el llanto, el mas desgarrador que hubiera podido llorar jamàs. Porque no se trataba de una riña, tras la cual hubieran pasado un dia entero sin querer hablarse


- Mi manchi tanto amore, tanto…-, susurrò.